domingo, 14 de junio de 2009

Pearl Harbor

El 7 de diciembre de 1941, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, el ataque a Pearl Harbor golpea en el mismo corazón de los estadounidenses, que asisten atónitos al ataque sorpresa lanzado por la Marina Imperial japonesa contra la Flota del Pacífico de la Marina de los Estados Unidos que se hallaba anclada en la isla de Oahu en Hawaii.
El Almirante Yamamoto fue el encargado de llevar adelante el plan. En dos oleadas, hasta 353 aviones japoneses sobrevolaron territorio norteamericano. Para aprovechar la sorpresa hasta 183 aviones torpederos fueron los primeros en atacar, lanzándose sobre portaaviones y acorazados anclados en la bahía. Los bombarderos se lanzaron en picado contra las bases en tierra.
Uno de aquellos proyectiles fue soltado desde gran altura, impactó contra la cubierta del Arizona, lo atravesó, así como la segunda cubierta, y finalmente estalló hundiéndolo completamente. El Nevada casi consiguió salir al mar, pero fue acribillado mientras lo intentaba. El California fue torpedeado dos veces, y también dos bombas impactaron en él, hundiéndolo. Hasta el West Virginia llegaron siete torpedos. El Utah, dos veces. El Oklahoma, cuatro.
Noventa minutos duró el ataque a Pearl Harbour. Fueron 3.435 los estadounidense murieron aquel día. Dieciocho barcos fueron hundidos, entre ellos 5 acorazados. También 188 aviones fueron destruidos, 155 de los cuales, lo fueron en tierra antes de despegar.
Sin embargo, aquel fue uno de los grandes errores de la guerra. Quizás la que la hizo girar definitivamente hacia el lado aliado, contrariamente a lo que pudiera parecerse. Yamamoto desechó hacer una tercera oleada que probablemente habría dejado literalmente fuera de combate a EE.UU. El no hacerla supuso que este país se recuperara en un periodo de seis meses/un año y provocó que les declarara la guerra.
Con la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas se desequilibraron definitivamente hacia el lado aliado.

Félix Velasco

Una República Socialista muy breve


Crónica de la revista “La Estampa”, publicada el 20 de octubre de 1934:

"El domingo 7 de octubre de 1934, a las once de la mañana, 2000 mineros de la cuenca del Sil bajaron como un alud de sus altas montañas y se apoderaron de Bembribe. Iban formados militarmente, en filas de a dos, con ocho jefes de escuadra y otros dos jefes supremos, un socialista y un comunista.
A la pacífica gente de Bembibre, poco acostumbrada a estos espectáculos bélicos, el desfile de los mineros del Sil, con sus duros rostros negros, con sus pistolas amartilladas y sus voces de mando, no les causó ninguna satisfacción, pero parlamentaron con ellos.
- Queremos armas dijeron los mineros.
Se les fueron dando y entonces los revoltosos se dirigieron al Ayuntamiento destrozaron toda la documentación que allí había y proclamaron la República Socialista. Luego rociaron la iglesia con gasolina y le prendieron fuego. Antes habían sacado la imagen de un Sagrado Corazón y la dejaron en medio de la plaza con un letrero en el pecho que decía: “Cristo Rojo, a ti respetamos por ser de los nuestros.”
- Estaban convencidos de que en Madrid y en Barcelona había triunfado la revolución social - me dice el comerciante don Bernardo Alonso-. Procuraban los jefes no cometer ningún desmán. Yo fui testigo de una escena pintoresca. Entraron en una taberna unos mineros y empezaron a beber. Pero de pronto, apareció en la puerta uno de los jefes y les dijo ¿A que habéis venido a beber vino o a hacer la revolución social? Inmediatamente todos salieron de la taberna.
Los mineros se marcharon a las once de la noche cuando llegaron las tropas procedentes de Astorga. Después de una dura batalla en la oscuridad se retiraron a sus montañas. Murieron tres soldados, un sargento, dos guardias civiles y dos revolucionarios. Fue la República socialista de más breve vida: diez horas."
Félix Velasco

viernes, 5 de junio de 2009